Javier Solana será el primer ministro de Asuntos Exteriores de la Unión
Europea
Durante los dos próximos años, Solana preparará ese ministerio desde su reducido equipo
actual y desarrollará el aparato diplomático que sustentará su futuro cargo
A. ALTAFAJ. CORRESPONSAL L. AYLLÓN. ENVIADO ESPECIAL/
BRUSELAS. Javier Solana Madariaga será el primer ministro de Asuntos Exteriores de la Unión
Europea (UE), cuando entre en vigor la recién aprobada Constitución. Los jefes de Estado o de Gobierno de la Unión renovaron
ayer su mandato como Alto Representante de la UE y secretario general del Consejo de Ministros y acordaron que, cuando entre
en vigor la Carta Magna, teóricamente en 2007, se convierta en ministro de Exteriores.
Durante los dos próximos años,
Solana preparará ese ministerio desde su reducido equipo actual y desarrollará un «servicio exterior» europeo, el aparato
diplomático que sustentará su futuro cargo. Solana declaró sentirse «muy honrado por el apoyo recibido» para continuar su
labor, «uno de los trabajos más apasionantes que puede haber en los tiempos en que vivimos». Volviendo la vista atrás, observó
que «desde 2004, el paisaje ha cambiado mucho» y la UE ha dado sus primeros pasos para convertirse en un actor político de
peso en el mundo, no sólo una potencia económica. «Hemos hecho mucho pero no es nada comparado con lo que nos queda por hacer»,
adelantó, porque crear un ministerio de Asuntos Exteriores y un servicio exterior de la UE es «un paso formidable».
Según
el Tratado constitucional, el ministro de Asuntos Exteriores recibirá su mandato del Consejo de la UE (los Gobiernos), pero
al mismo formará parte de la Comisión Europea, con rango de vicepresidente. Por supuesto, la incógnita reside ahora en el
azaroso proceso de ratificación de la Constitución europea. Teóricamente, se necesita la ratificación de los 25 Estados miembros
para la entrada en vigor, algo difícil de imaginar hoy en día en países como el Reino Unido, Suecia, Dinamarca, Francia y
un buen número de los nuevos miembros de la UE, a tenor de los resultados de las recientes elecciones europeas.
En
el mejor de los casos, la Constitución entrará en vigor a finales de 2007 y Solana entraría entonces en sus nuevas funciones.
Sin embargo, dado que su puesto ocupará una cartera en la Comisión Europea y que esta institución estará formada por un comisario
por país, la entrada de Solana supondrá la salida de Joaquín Almunia, que tendría así un mandato reducido, a menos que la
Constitución se vea relegada a calendas grecas.
La diplomacia en las venas
El currículum de Javier Solana (Madrid,
1942) muestra una carrera de vértigo. El primer ministro irlandés y presidente de turno de la UE, Bertie Ahern, destacó ayer
su «excepcional energía y sus cualidades diplomáticas» y afirmó que con su dedicación contribuye decisivamente a la resolución
y prevención de conflictos.
Solana se doctoró en Ciencias Físicas, estuvo becado en varias universidades en Estados
Unidos e impartió clases de «Física del estado sólido», ámbito sobre el que publicó varios libros. Se afilió al PSOE en 1964,
en la clandestinidad, y fue ministro entre 1982 y 1995, en las carteras de Cultura, Educación y Ciencia y Asuntos Exteriores.
En 1995 fue nombrado secretario general de la OTAN, cargo en el que permaneció hasta 1999 y donde tuvo la grave responsabilidad
de dar la orden de utilizar la fuerza para detener la limpieza étnica en Kosovo. Desde octubre de 1999 es secretario general
del Consejo de la UE y Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC).
En esas funciones
ha tenido una influencia determinante en la impulsión de un papel importante de la Unión en el mundo: la UE forma parte del
«cuarteto» que pilota el proceso de paz en Oriente Próximo y ha lanzado sus primeras misiones policiales, en Macedonia y en
Bosnia, y militares, en el Congo y, próximamente, en Bosnia, donde tomará el relevo de la OTAN. Uno de sus trabajos más aclamados
por los Gobiernos fue la Estrategia de Seguridad Europea, que sienta las bases de una política de seguridad y de defensa de
la Unión.
El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, comentó su «enorme satisfacción de que un español
vaya a ser ministro de Asuntos Exteriores» y opinó que «tiene una gran tarea, que es convertir a Europa en una voz única que
la haga más fuerte en el mundo».
Aunque no lo comentó, la satisfacción se debe también a que con esta confirmación
nuestro país mantiene, aunque sólo sea hasta finales de 2007, a dos pesos pesados en dos instituciones distintas de la Unión,
a Almunia como comisario europeo y a Solana en el Consejo de la UE. A ello, la diplomacia española le suma el «factor ibérico»,
reforzado por Barroso al frente de la Comisión Europea a partir del próximo 1 de noviembre.
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