La Opinión - La Unión Europea da un paso más en su historia al ampliarse hasta 450 millones
de personas e integrar 10 nuevos socios al que desde ahora es un mercado compuesto por 25 países próximos geográficamente,
pero muy distintos entre sí.
El 1 de mayo supuso la fecha de inicio de la sexta ampliación en la historia de la Unión Europea (UE),
en la que contrasta el nivel de bienestar de los nuevos integrantes.
Los 75 millones de los nuevos ciudadanos de la UE representan el 20% del total, pero tan sólo suponen
el 5% del Producto Interno Bruto (PIB) comunitario.
La UE ampliada representará el mayor ejemplo y el más satisfactorio de integración regional del mundo,
escribió Javier Solana, alto representante de la UE para Política Exterior y Seguridad Común, en un editorial de prensa publicado
tan sólo dos días antes de la fecha señalada.
Esta voluntad integradora no es suficiente como para permitir la libre circulación de personas por
las fronteras (conocida como Espacio Schengen), aspecto que dispondrá de diferentes plazos temporales de hasta siete años
para su auténtica normalización. En este tiempo se espera que los nuevos socios logren una mayor igualdad con el resto de
la UE.
La variedad de idiomas, 20 en total, es una más de las distintas características de una población que
vive bajo circunstancias y condiciones diferentes. Se puede ver en la renta anual ciudadana, desde el equivalente a 30,290
dólares de ingresos de los daneses o 26,220 dólares alemanes, pasando por los más modestos 20,460 dólares de España, hasta
los 10,130 dólares de Polonia u 8,940 dólares de Letonia.
Pese a ello, esta ampliación es un avance en la integración del continente europeo tras la división
resultante después de la Segunda Guerra Mundial del siglo XX. Por delante aún quedan la integración de Rumania y Bulgaria,
objetivo para 2007; Ucrania, Croacia y Turquía además de los Balcanes, quedan como asignaturas pendientes hasta llegar a la
integración de 33 países que comparten un mismo espacio geográfico y una larga historia de conflictos y alianzas.
La Europa de los 25 es un bloque económico que funciona a distintas velocidades, y donde los mecanismos
de integración llevan tiempo cimentándose.
La introducción del euro en enero de 2002 el eurodólar que mencionan los medios estadounidenses del
que ni siquiera todos los países forman parte, Reino Unido por ejemplo fue un paso previo.
Persiste un cierto consenso entre economistas al considerar la introducción de la moneda única como
un elemento positivo, aunque la tendencia ha disminuido algo recientemente. El Eurobarómetro de 2003 indica que el 67% de
la población en la zona euro apoya la moneda, aunque sólo el 58% de la de los nuevos socios comparte esta opinión.
Las desigualdades económicas, además de distintos intereses políticos, hacen que la ampliación actual
se realice en medio de grandes cautelas.
Ayuda financiera
La introducción de los 10 nuevos socios ocurre muy poco tiempo después de que Alemania, Francia, Reino
Unido, Holanda, Austria y Suecia el eje franco-alemán reforzado difundieran la llamada Carta de los Seis, congelando el presupuesto
de la Unión Europea. Las contribuciones netas a las arcas comunitarias se quedarán en el 1% del PIB nacional.
Eso se traduce en un límite a los fondos comunitarios de cohesión destinados a la inversión en países
económicamente menos desarrollados. Las ayudas financieras para los 10 nuevos socios en el actual programa presupuestario
(que incluye hasta 2006) llegan hasta el tope teórico de 40,800 millones de euros (48,678 millones de dólares), incluidas
las subvenciones agrícolas, fondos estructurales y otras ayudas.
La aportación de los nuevos integrantes a las arcas comunitarias se calcula en unos 15,000 millones
de euros (17,896 millones de dólares). Sin embargo, seis semanas antes del ingreso, las 10 capitales recibieron una carta
de la Comisión Europea que advertía de los retrasos en la adopción de medidas necesarias que faciliten la transición, y esto
pone en peligro unos 15,500 millones de euros (18,493 millones de dólares) que probablemente no se puedan utilizar.
Algunos ejemplos
De algún modo, serán los nuevos socios quienes de verdad experimenten las consecuencias de las diferencias
políticas vigentes, siendo Polonia un caso muy especial.
El país, otrora en la órbita de la Unión Soviética, aporta la mitad de la población en la presente
ampliación de la UE. El índice de desempleo se sitúa en torno al 20% y, según los analistas, serán muchos más los puestos
de trabajo que se verán amenazados tras la ampliación.
Un simple ejemplo puede servir de ilustración: la vieja fábrica de tractores Ursus fue el símbolo del
poderío industrial del país y cuna de las protestas sociales que precedieron a la caída del Muro de Berlín. De 16 mil trabajadores
ha pasado a 400, y la producción de 61 mil tractores ha caído hasta los 3,200.
A la vista de lo que ha pasado desde 1989, nosotros como obreros vivíamos mucho mejor en los tiempos
del socialismo, decía al diario El País un obrero polaco. Si Polonia entra en la UE, no puede haber nada bueno. Somos
un país prácticamente agrícola, añadió.
Los pasos de la privatización acelerada, las reformas legislativas sobre la marcha y la cultura del
clientelismo político heredadas de los viejos regímenes comunistas son el caldo de cultivo ideal para la corrupción. Tanto
así que el Parlamento Europeo recientemente expresó su honda preocupación.
Un estudio del Banco Mundial realizado entre 1999 y 2000 sobre el soborno en los procesos legislativos
de los países del este europeo concluyó que Letonia es el país más corrupto.
Según el estudio, el 40% de las firmas entrevistadas indicó que la venta del voto parlamentario a intereses
privados tenía un impacto grande o muy grande en sus negocios. Esta conclusión no cabe muy bien con la asunción de la UE de
que la legislación comunitaria será acatada y hecha cumplir por los tribunales y las administraciones públicas de los estados.
Sin embargo, existen otros ejemplos de la integración dispar de esta nueva ampliación de la UE. Son
los casos de Eslovaquia y República Checa, países donde se nota la influencia del vecino todopoderoso alemán, y en menor medida
de Austria, pese a existir una creciente tendencia atlantista proestadounidense. Empresas del sector automotor han encontrado
en Eslovaquia un paraíso manufacturero. Volkswagen, Peugeot y Hyundai son prueba de ello. La población de ambos países no
puede evitar dejar de sentir cierto complejo de países satélites, sentimiento con una larga historia.
Acostumbrados a pertenecer a entidades mayores como el Imperio Austrohúngaro (hasta 1918) y el Soviético
(1945-1989), el 50% del comercio de República Checa y el de Eslovaquia tienen como principio y fin Alemania y Austria.
Sin embargo, una población conjunta que apenas sobrepasa los 15 millones de habitantes y la encrucijada
geográfica de su ubicación no han sido obstáculo para que muchos de sus habitantes sientan recelo de la prepotencia alemana
y comiencen a hablar del posible eje Praga-Bratislava como auténtico centro de sus respectivos intereses nacionales.