La visión europea para Oriente Medio Por Javier Solana
La visión europea para Oriente Medio
Por Javier Solana, Alto Representante de la Unión Europea para la Política
Exterior y de Seguridad Común
DESPUÉS de más de un año de «intifada» se han agotado las declaraciones de
condena tras actos de violencia, cada vez más atroces, y los sucesivos
llamamientos a restablecer el diálogo para resolver el conflicto de Oriente
Medio.
Desalentar es precisamente lo que quieren quienes se oponen a la paz. Por
ello, en estos momentos de profunda inquietud parece casi imposible
encontrar razones para nuevos intentos de animar al diálogo y buscar la
paz. Personalmente, veo tres razones esenciales: demostrar el carácter
perseverante de nuestro compromiso; manifestar que entendemos los
sentimientos de las gentes, palestinos e israelíes, en circunstancias tan
críticas como las actuales, tras los acontecimientos del 11 de septiembre,
y en tercer lugar, explicar una vez más la visión de la paz que la Unión
Europea tiene para la región. Una visión que viene de lejos.
El proceso de paz, paralizado desde mucho antes de los atentados
terroristas de Estados Unidos y la actual situación en Afganistán, se
encuentra totalmente bloqueado. Pero, quizás nos encontremos ahora ante una
pequeñísima oportunidad. Desaprovecharla constituiría un grave error.
La Unión Europea, yo personalmente y en particular Miguel Angel Moratinos,
nuestro representante especial en la región, nos hemos esforzado en
establecer y mantener constantes contactos con todos los actores regionales
para poner fin a la violencia y devolver el conflicto al ámbito de la
política, del diálogo y de la negociación.
Para muchos, estos intentos de mediación han fracasado. Cuando nos parecía
vislumbrar el principio de un apaciguamiento, un nuevo drama, a menudo más
terrible que el que se acababa de superar, nos devolvía a la desesperanza.
Así ocurrió esta semana con el asesinato del ministro de Turismo israelí y
la consiguiente oleada de violencia.
Pese a ello, no cesaremos de trabajar por la paz. Varios ministros europeos
se han sumado al esfuerzo de transmitir este mensaje. Nuestros principales
socios internacionales abrigan la misma preocupación. Yo volveré esta
semana a la región para hablar una vez más con los principales dirigentes
israelíes y palestinos, principalmente, pero también de Jordania y Egipto.
Explicaré a mis interlocutores que entendemos que sus preocupaciones sean
ahora mucho más profundas que antes. La inmensa mayoría de la población
árabe está en contra del terrorismo. Ellos también lo han sufrido.
Simplemente quiere que se respete su identidad en el mundo globalizado.
Oriente Medio aspira a la paz y a la estabilidad. Sus pueblos, a la
seguridad y a la prosperidad. Esta exigencia de seguridad es primordial por
parte del pueblo de Israel, pero también lo es para los palestinos. Lo que
desean es estudiar, trabajar, desplazarse libremente. Cada pueblo debe
sentirse seguro de la aceptación que recibe del otro. Es la única condición
para que puedan confiar en el futuro.
La política de la Unión Europea con respecto a la región ha sido siempre
clara. Desde la cumbre de Venecia, hace veinte años, hemos apoyado una
solución para el conflicto con un llamamiento a un acuerdo para poner en
práctica de las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad de la ONU.
Esta solución política se debe basar en el establecimiento de un Estado
palestino, el derecho de Israel a vivir en paz y seguridad. Los líderes de
la UE lo volvieron a recordar el viernes en Gante. El presidente Bush
reconoció, precisamente esta semana, el derecho del pueblo palestino a un
Estado viable y a la existencia garantizada del Estado de Israel.
Europa, además, se mantiene fiel a los principios de la Conferencia de
Madrid, de paz por territorios, que en unos días cumplirá su décimo
aniversario. Asimismo, estamos convencidos de la vigencia del objetivo de
los Acuerdos de Oslo. Un acuerdo sobre el estatuto final es vital. En lo
inmediato, la prioridad ahora es centrarse en relanzar el proceso de paz.
¿Cómo lograrlo? Tenemos una base aceptada por todas las partes y apoyada
por una amplia coalición internacional para la paz. Se trata de las
recomendaciones del Informe Mitchell, de cuya Comisión tuve el honor de
formar parte, y que identifica una serie de medidas políticas, económicas y
de seguridad que deben de llevar a las partes a la mesa de negociaciones.
Una de las partes esenciales del informe Mitchell es que considera
absolutamente imprescindible que los esfuerzos para reducir la violencia
vayan acompañados de una perspectiva política y de un aligeramiento de las
restricciones en los territorios palestinos. El problema estriba en cómo
transformar esta base de trabajo en un plan operativo.
La aplicación del plan Mitchell ha chocado frontalmente con el dilema de la
secuencia de las medidas a adoptar por cada una de las partes. Es decir,
quién comienza y cuándo. Es imperativo superar este escollo. Sólo lo
lograremos si todas las partes se dan realmente cuenta de la gravedad de la
situación y de los riesgos de permitir que se deteriore todavía más. Por
ello, la Unión seguirá haciendo todos los esfuerzos para ayudar a que
israelíes y palestinos restablezcan la confianza necesaria y den un paso
adelante. Además, como hemos dicho en numerosas ocasiones, estamos
dispuestos a contribuir a un mecanismo imparcial de vigilancia que ayude a
superar las desconfianzas y las divergencias, tal como ha propuesto la UE e
incluso los líderes de las principales potencias del mundo, el G-8, hace
unos meses.
El proceso de Barcelona, el marco de referencia que tenemos más sólido y
con los objetivos más claros para desarrollar las relaciones con toda la
región Mediterránea, incluido Oriente Medio, ha sufrido mucho por la crisis
árabe-israelí. La reunión ministerial de Bruselas, de los próximos 5 y 6 de
noviembre, debe ser una gran oportunidad para darle un nuevo impulso, ya
que es absolutamente necesario que los países de la región incrementen la
cooperación entre ellos y con la Unión Europea.
Tras los ataques terroristas del 11 de septiembre todos debemos esforzarnos
en salir de esta compleja situación más unidos, no más alejados. Ello exige
sumar todas las buenas voluntades, que no son pocas en la región y fuera de
la misma, y aislar a los demás. Si sabemos unir nuestros esfuerzos y luchar
contra los que pretenden secuestrar la suerte de los pueblos y gobiernos,
debemos también ser capaces de conseguir una coalición por una paz justa en
Oriente Medio.
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