El presidente de Rusia, Vladimir Putin, aclaró ante el parlamento alemán la posición de un país que quiere ser una "tercera vía" entre las potencias de occidente.

Hace tiempo no se veían en Berlín tantas y tan espectaculares medidas de seguridad ni tantos periodistas.

Se esperaba que el discurso de Putin fuese una toma de posición de Rusia frente al resto del mundo occidental sobre la lucha contra el terrorismo. Y así fue.

Putin ofreció el apoyo de su país, diciendo que "Rusia está de lado de la OTAN en la lucha contra el terrorismo".

Pero en la materialización de ese apoyo se vé la necesidad de los rusos de tomar distancia.

Putin ofreció el permiso de cruzar su espacio aéreo, pero sólo en caso de ayuda humanitaria, lo que para las perspectivas de una intervención militar es poco menos que ningún apoyo.

El nuevo papel de Rusia

Algo más concreto fue en el apoyo de los servicios de inteligencia rusos en la entrega de información sobre las actividades de grupos calificados de terroristas.

El mandatario ruso aludió sutilmente a su propia lucha contra los rebeldes musulmanes chechenos como una forma de combate al terrorismo, para conseguir por fin el apoyo de los europeos en una guerra que no ha sido del todo limpia.

"Señores, la guerra fría ha terminado; no dejen a Rusia de lado en la preparación de acciones conjuntas de las naciones occidentales; no dejen a Rusia en el pasado", agregó.

En su discurso, Putin mostró por primera vez con toda claridad que Rusia quiere ser reconocida como una potencia autónoma, que no funciona ni funcionará poniéndose automáticamente de lado de Europa y Estados Unidos y que será como una tercera vía en el futuro de occidente.

Mubarak en la sombra

Casi desapercibida pasó la visita a Berlín del presidente de Egipto, Hosni Mubarak, que desempeña un papel clave en las relaciones de Europa con el mundo árabe.