Personas ansiosas, rostros pegados a las rejas de un portón, lágrimas, nada se sabe de sus familiares.
Esta escena tiene lugar en Moscú donde los parientes de 646 personas, hospitalizadas tras el rescate del teatro Dubrovska, esperan información sobre su estado de salud.
Poco se sabe de ellos, los médicos informan poco, y hay quienes creen que en realidad sus familiares están incomunicados para que no revelen detalles de la operación.
La madre de un marino del Kursk recibe una sustancia desconocida.
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El gobierno respondió que trata de confirmar la identidad de las personas liberadas para evitar la fuga de algún rebelde que se haga pasar por rehén.
"En este país el Estado es más importante que la gente", dijo al Washington Post Lev Fedorov, director de la Unión por la Seguridad Química.
Y en medio de tanto secreto, confusión e incertidumbre, en la memoria de los rusos vuelven a aparecer las palabras "Kursk" y "Chernobyl".
Negro como el mar profundo
Cuando el submarino nuclear ruso Kursk naufragó en aguas del mar de Barents en agosto de 2000 la respuesta del Ejecutivo fue similar.
Desde el Kremlin se divulgó información inexacta, se rechazó la ayuda externa y se ignoró la angustia de los familiares.
El total de muertos fue similar al del teatro, 118. En una conferencia de prensa televisada de entonces, una madre desesperada comenzó a quejarse ante unos funcionarios.
La imagen mostró con claridad cómo una enfermera de rostro duro aparecía por detrás y le inyectaba una sustancia en su hombro derecho. La mujer se desvaneció en el acto.
El gobierno explicó que sufría de problemas de salud y que fue sedada con el fin de evitar males mayores.
La nube tóxica
El accidente en Chernobyl fue negado al principio.
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La inclinación por el secreto no es patrimonio único de la democracia rusa, quizá sea producto de más de 70 años de régimen soviético.
En 1986 estalló una central nuclear en Chernobyl, Ucrania, el peor accidente en su clase.
El líder soviético Mijail Gorbachov negó el hecho durante varios días en tanto una nube de polvo radiactivo se esparcía sobre Europa.
Entre 15.000 y 30.000 personas han muerto desde entonces víctimas de distintas enfermedades, como consecuencia de la radiación.
En 2002 hay quienes todavía detectan la vieja práctica del secreto.
"Cometen errores terribles, por eso es que después tienen que aplicar una censura al estilo de la KGB", dijo el parlamentario reformista Boris Nemtsov.
